Riverside Mozart, el rincón más mágico del Danubio para descubrir con tu pareja

Por Dolores Molina, de Villarrazo Madrid.

La Navidad es, posiblemente, la época más mágica y romántica del año. Desde primeros de diciembre, nuestras ciudades se llenan de luces y adornos navideños; también de olores y sabores típicos, como las castañas asadas o el chocolate caliente y los churros. Unas percepciones muy distintas a las del resto de Europa, sobre todo en la zona centro – Austria y Alemania – donde sus mercadillos navideños huelen a espirales de patatas fritas y saben a glühwein, su particular “vino caliente”. 

La ilusión que me hacía vivir algún año esta Navidad con mi pareja era un sueño por cumplir. Por eso, cuando se nos presentó la oportunidad de disfrutar de esta experiencia a bordo del Riverside Mozart, el mayor -más ancho- crucero fluvial de Europa, ninguno de los dos dudó.

La nieve

Acomodados en los asientos 25D y 25F de un vuelo cualquiera rumbo a Viena, el espíritu navideño se activó automáticamente al cruzar los Alpes suizos a una altura que nos regaló el paisaje más puro y bello, nevado, que no sabía que existía.

Esa nieve nos acompañó durante toda nuestra aventura, siendo casi tan protagonista como los propios mercadillos navideños. ¡Pero qué regalo! Porque en España no solemos encontrarnos con este fenómeno y es, como marca el protocolo navideño (- y también las películas de Netflix -), el mejor complemento para esta festividad.

La habitación

El exterior estaba en perfecta sintonía con la temática de nuestro viaje. La sorpresa fue al descubrir que nuestro flamante Mozart, de la compañía Riverside Luxury Cruises, también estaba mimetizado con el ambiente. La decoración, la ruta y las excursiones programadas; todo respiraba Navidad. Nosotros también. 

Su árbol de Navidad. Sus velas de adviento. Y sus casitas de galletas de jengibre. Todo en una línea sutil, agradable. Lejos de excentricidades. Sin perder la elegancia y sobriedad de la marca Riverside. Ese mismo patrón nos encontramos al abrir la puerta de nuestra habitación, la 203.

No puedo describir lo que sentimos, todo lo que nos dijimos con la mirada al contemplar el que iba a ser nuestro ‘nidito’ de amor durante cinco días. Dejamos la maleta en el pasillo y fuimos, evidentemente, directos a probar la cama. La más alta gama de colchones, almohadas y sábanas del mercado. ¡Qué confort y qué placer dormir ahí! 

Pero, en el pequeño trayecto, alguien – más bien algo – nos cortó el paso. “¡¿Qué ha sido eso?!” – nos preguntamos. Bien, pues resultó ser la tecnología más puntera que puede reinar en un baño: un sanitario que sube automáticamente la tapa cuando reconoce que entras. Y que, por suerte, puedes desactivar. Porque después de probarlo un par de veces, no es tan efectivo. Más cuando hay dos personas constantemente entrando y saliendo, y moviéndote por la habitación.

El WC fue todo un descubrimiento porque además también incluye calefacción en el asiento, para equilibrar el frío de las ciudades y hacer más ameno el tiempo que pasas sentado. Y, por supuesto, el gran invento del siglo XXI en elementos sanitarios: el chorro japonés. Nosotros, por miedo a encharcar todo el baño, no lo usamos. ¡Y ahora me arrepiento!

El barco

Fuera de la habitación, de nuestro rinconcito, también encontramos un hogar. Es increíble, pero cierto. En apenas cinco días, conseguimos sentirnos parte de aquel barco. Y es que es, posiblemente, el lugar más acogedor en el que hemos estado nunca. Su decoración, sus estancias, su amable y atento personal, su paisaje en constante movimiento, que te descubre un pueblito nuevo a cada pocos nudos. Todo funciona. Todo encaja.

Si tuviera que destacar una estancia, sin lugar a duda sería el Piano Bar. Un espacio que invita a soñar, donde cada noche se celebra una actuación diferente. El lugar en el que nace la música y armonía del barco. Incluso vacío y a plena luz del día. Nosotros paseábamos por ahí continuamente. Y es que su mobiliario, sus colores, su distribución, la convertían, en nuestra opinión, en el lugar más apetecible de Riverside Mozart. 

Sobre todo, cuando tu chico es músico y se queda embelesado con el tintineo de las teclas contrapesadas que hacía bailar el gran pianista ‘Lord Byron’ o se emocionaba con la grandiosa interpretación de la zarzuela ‘Granada’, en la voz del artista vienés Steffan Mullan. ¡Una melodía grabada ya para siempre en nuestro álbum de recuerdos! Aunque es posible que yo echara de menos alguna pieza que suele interpretar Il Divo.

La comida

Con la perspectiva, ya desde nuestra humilde morada, nos quedamos con las sensaciones, con el confort y todo lo vivido en ese magnífico buque. Pero si hay algo por lo que se distingue Riverside Luxury Cruises, como ya lo hace la compañía a la que pertenece, Seaside Collection, es por su comida. ¡Cómo hemos comido estos días!

En el variado buffet para el desayuno había de todo, tanto dulce como salado, para coger por nosotros mismos. Pero también se lo podíamos pedir al propio equipo de cocina que allí estaba para preparar en el momento desde tortillas francesas y revueltos con huevo hasta gofres y creps. Además, todos los comensales disponían de la carta para esos platos que llevaban más elaboración y había que preparar en cocina, como los huevos Benedict o los bagels con salmón ahumado.

Por las noches, ese mismo restaurante se transformaba. Solo cambiaba la luz, pero el ambiente era diferente. Quizá era el personal: super amables y atentos. Al segundo día ya sabían nuestros nombres, la bebida que tomábamos e incluso nuestras preferencias para el postre. Liviu fue el camarero con el que más congeniamos y con el que incluso nos permitíamos alguna broma (en inglés).

No obstante, la protagonista indiscutible de aquella sala era la comida. La carta, diferente cada noche, nos ofrecía un sinfín de posibilidades. Dos opciones de aperitivo, otras dos de sopas, una ensalada, un plato de pasta, cuatro platos principales y cuatro postres. Y podíamos elegir tantos platos como quisiéramos. ¡Una fantasía hecha realidad!

Aunque, a decir verdad, el día que más pedimos fue un aperitivo cada uno, una ensalada para compartir, un plato principal y un postre individual. Si tuviera que quedarme con alguno, posiblemente sería el atún de la última noche – especialidad de Riverside – y la ensalada de cítricos. ¡Aún se me hace la boca agua!

Además del restaurante principal, el barco dispone de dos comedores más: la sala Blue, donde se sirve ‘fast food’ pero ‘high quality’: una hamburguesa de queso y una salchicha Frankfurt que aún recordamos – con las mejores salsas del mercado-. Y también la Vintage Room, la opción más premium donde se sirve un menú de Estrella Michelín donde cada plato está maridado con un vino local, pero que nos quedamos con ganas de probar. 

Las excursiones

Un viaje que activa todos los sentidos. El oído, gracias a la música del Piano Bar; el gusto y el olfato, gracias a la exquisita gastronomía del restaurante; y, por supuesto, la vista y el tacto, gracias a los rincones maravillosos que descubríamos en cada excursión.

La visita a Viena fue, simplemente, mágica. El alma música de mi chico vibraba en cada rincón. Y pasear por la zona de la Ópera, aunque fuera por fuera, activó todas nuestras melodías.

El motivo navideño nos llevó por diversos mercadillos de la ciudad, concretamente a 3 de los 14 que hay en la ciudad, y fue muy curioso experimentar el ambiente tanto de día como de noche. Sin ninguna sorpresa, conforme iba anocheciendo, iba habiendo más gente. Y es que la panorámica de las luces y los puestecillos cuando cae el sol es, sin duda, mucho más embriagadora.

Salvando el plan de Viena, que fue posiblemente el más convencional, en el resto de paradas las excursiones fueron únicas. Salvando los lugares más concurridos y los planes “de turista”. Nos encantó el parque de Kitterberger, todo nevado, donde sacamos unas fotos muy entrañables con un paisaje verdaderamente novedoso para nosotros. Al igual que la visita a Wolfgangsee-lake: allí recorrimos dos pueblitos alrededor del lago Wolfgang que parecían sacados de una película.

Ha sido, sin miedo a equivocarme, la experiencia más auténtica y romántica que podía vivir en pareja. Los escenarios, tanto a bordo de Riverside Mozart, como en Austria y Alemania, han sido auténticos regalos. Creo que será el viaje que recordaremos siempre porque, para los dos, ha marcado un antes y un después. 

Gracias Riverside Luxury Cruises por vuestro buen hacer. Por habernos acogido, cuidado y mimado tanto, dentro y fuera del barco.

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